web hit counter www.elmayorportaldegerencia.com - El poder de la estupidez
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Giancarlo Livraghi escribió un libro que se titula como esta nota. Ese libro debería estar de moda, copar los escaparates de las librerías y los espacios en las redes. Un libro del cual debería hablarse porque es esencial para entender estos tiempos, asumir nuestras tragedias, entender por qué la república es un cuento, la democracia una tomadura de pelo, la justicia una utopía y la ley un disparate.

La estupidez es un factor de poder. La estupidez pervierte el sentido común, niega la realidad y construye sobre su ausencia un mundo de mentiras, falsificaciones y promesas de humo. Al influjo de la estupidez se reescribe la historia y se transforma a los caudillos en redentores, se sataniza los conceptos y se destierra la lógica.

La estupidez transforma el derecho en un túnel donde prosperan las trampas; convierte los juicios en laberintos, los fallos en burlas y las constituciones en despojos que pisotean los déspotas. Estupidez que describió Kafka en El Proceso y que narró, con magistral sarcasmo, George Orwell en La Rebelión en la Granja.

La estupidez está en la negación de lo evidente, en la abdicación de la memoria. La estupidez esconde la prepotencia. La estupidez anida en la charlatanería, en la infinita capacidad discursiva de los mentirosos y en el disparate de los que escuchan y aplauden al demagogo.

Hay sociedades aturdidas que viven en perpetua estupefacción, tropezando siempre en la misma piedra, adorando los mismos fetiches, creyendo con la fe del carbonero en idénticas falacias. Hay historias de pueblos que son la narración de fracasos perpetuos, de inteligencias perdidas, de necedades transformadas en dogmas alimentados por rencores.

El populismo es una forma de estupidez política: a los caudillos se elige y se aplaude, se les consagra y perdona lo imperdonable. Alemania eligió a Hitler; Mussolini construyó la opción fascista en la marcha sobre Roma; Argentina, después de setenta años, sigue declarándose peronista; muchos intelectuales persisten en la adoración a Castro y a Chávez, y en la terca negación de sus dictaduras.

La estupidez permite que funcione ese pacto de complicidades y mentiras que vincula al pueblo crédulo con el caudillo; ella es la explicación del voto que elige pícaros para que gobiernen y astutos para que legislen.

Al influjo de la estupidez se han demolido repúblicas, se han fabricado guerras y se ha propiciado la derrota de la honradez y el sentido común.

¿La estupidez es una anomalía o es el lugar común que predomina en la política?

Fabián Corral B.


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